Las crisis políticas en Francia y Alemania se plantean sólo como un síntoma de un problema estructural más grave: la pérdida de competitividad.
Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Sábado 21 de diciembre de 2024 a las 04:00 hrs.
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Hay una sombra de pesimismo cubriendo Europa. En palabras de un administrador de fondos europeos en una entrevista reciente: “Nadie espera mucho de Europa en realidad”.
La frase resume el escaso favor para las acciones europeas en los portafolios y recomendaciones para el próximo año, citando el bajo crecimiento comparado con EEUU y problemas estructurales.
La última encuesta de Bank of America (BofA) a los administradores de fondos globales reveló que las acciones europeas concentran la mayor cantidad de recomendaciones de subponderar desde octubre 2022. Por el contrario, las apuestas por las acciones estadounidenses están en niveles récord.
Otra muestra de la debilidad percibida en la Eurozona está en su moneda. El euro avanza hacia la paridad con el dólar, un nivel que solo alcanzó en 2022 en reacción al impacto económico en la región por la invasión de Rusia a Ucrania y la diferencia entre las alzas de tasas de la Fed y un BCE más pasivo ante la inflación.
Para 2025, la diferencia en la política monetaria también juega un rol en la presión sobre el euro. El mercado espera apenas un recorte de tasas de parte de la Fed, para mantener el tipo de referencia en 4,25%; mientras se espera que el Banco Central Europeo (BCE) realice al menos cuatro recortes que lleven la tasa a 2%.
Es la necesidad de impulsar una economía estancada lo que llevaría al BCE a recortar la tasa de interés a pesar de un repunte reciente de la inflación. El FMI proyecta que EEUU crecerá 2,2% en 2025. Para la Eurozona la expansión esperada es de apenas 0,5%. El BCE es más optimista y anticipa un crecimiento de 1%, aún muy por debajo que EEUU y con un sesgo de riesgos al alza.
Los riesgos citados por el BCE apuntan a la amenaza de Donald Trump de elevar las tarifas a los productos europeos y a nivel global, lo que desaceleraría el comercio internacional. A lo que se debe sumar la reciente advertencia del presidente de la OTAN, Mark Rutte: Una guerra.
El pasado 19 de diciembre, Rutte advirtió que los miembros del bloque (29 europeos, EEUU, Canadá, y Turquía) deben adoptar una “mentalidad de guerra” para hacer frente a la amenaza que representa Rusia y sus planes para desestabilizar a sus vecinos.
El fin de un modelo
En lo económico, los principales países de la Eurozona están siendo presionados a repensar su modelo de crecimiento. Desde su creación a inicios de siglo, la Eurozona se benefició de la fuerza exportadora de las empresas de la región, especialmente hacia China, y el bajo costo energético que ofrecía el gas natural ruso.
Lo que parecían ventajas en realidad eran vulnerabilidades. La demanda desde China se ha desacelerado; y desde 2022, Europa ha tenido que recurrir a otras fuentes de energía más costosas ante la obligación moral de reducir el consumo de combustible ruso. Además, empresas chinas automotrices y de manufacturas hoy compiten a la par o son más competitivas que las europeas.
En su diagnóstico sobre los problemas de la Eurozona, el expresidente del BCE Mario Draghi apunta a la creciente brecha con EEUU en crecimiento, productividad e innovación. Un retraso que se traduce en malestar social. “Los hogares europeos han pagado el precio con la pérdida de su nivel de vida. En términos per cápita, la renta real disponible ha crecido casi el doble en EEUU que en la Unión Europea desde el año 2000”, recuerda Draghi.
Si bien la Eurozona ha ido históricamente detrás de EEUU en productividad, la diferencia se está ampliando. Un estudio del BCE muestra que desde el cuarto trimestre 2019 a julio 2024, la productividad por trabajador creció apenas 0,9% en la Eurozona versus 6,7% en EEUU.
Bajos niveles de inversión y regulaciones excesivas se repiten en los diagnósticos de analistas sobre las desventajas de la UE frente a la economía estadounidense.
“La vuelta a tasas de crecimiento potencial superiores al 1% requeriría probablemente inversiones a gran escala en los sectores de energía, transporte, digital y defensa”, apuntan los analistas de Deutsche Bank en su diagnóstico para Alemania, que bien puede aplicarse a las demás economías del bloque.
Tal nivel de inversión parece lejano debido a las restricciones fiscales de la mayoría de países, como es el caso de Francia e Italia, con déficit fiscales de 6% y 4% del PIB, respectivamente, y deudas públicas que superan el tamaño del PIB.
Un plan incierto
Al ser las economías más grandes, Alemania y Francia son además las principales fuentes de financiamiento de la UE y la Eurozona. De ahí la incertidumbre que agregan las crisis en los gobiernos de ambos países.
En el caso de Francia, advierte Hubert de Barochez, economista senior de Capital Economics, incluso si el nuevo primer ministro François Bayrou consigue que el Parlamento apruebe el Presupuesto 2025, la posición del presidente Emmanuel Macron todavía será muy débil ante la falta de mayoría legislativa y será incapaz de impulsar medidas mayores.
Las elecciones en Alemania, adelantadas para febrero próximo, darían como resultado un Gobierno de coalición más funcional liderado por los democratacristianos (CDU). Pero la fragmentación política, advierten en Deutsche Bank, impediría un acuerdo para grandes reformas.
En el informe solicitado y acogido por la Comisión Europea, Draghi plantea la necesidad de crear un mercado regulatorio más integrado para, entre otras cosas, facilitar el movimiento de capitales entre los países. También plantea un aumento masivo de la inversión equivalente a 5% del PIB anual (la magnitud más que duplica la inversión movilizada para la reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial) para digitalizar y descarbonizar la economía.
El mercado tiene pocas expectativas de que el plan avance, pues las ideas de Draghi dependen de una mayor integración fiscal, política y financiera del bloque; por ejemplo, para poder emitir deuda conjunta o unificar las regulaciones entre industrias.
El bajo crecimiento también está llevando al fortalecimiento de partidos nacionalistas, de derecha e izquierda radical, que plantean -por el contrario- reducir el ámbito de acción de la Comisión y el Parlamento Europeo. Como un ejemplo, la campaña electoral alemana recién comienza y Alice Weidel, la líder de la derecha radical (AfD), ya plantea que la UE vuelva a ser solo un bloque comercial.
Sin los incentivos políticos, gobiernos con coaliciones frágiles o con partidos nacionalistas al mando (como en Italia) tendrán poco interés en avanzar en la integración y reforma del bloque. Aunque -en palabras de Draghi- la UE enfrente una crisis existencial.